martes, 13 de septiembre de 2011

En torno al concepto de "Inteligencia Emocional"

  
Fernández Rosado, D. (2006): En torno al concepto de Inteligencia Emocional” En “Gibralfaro” (UMA) Año V. nº 45 - p.10

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«No somos responsables de las emociones, pero sí de lo que hacemos con ellas.»
JORGE BUCAY

A
pesar del continuo uso y abuso de la etiqueta “inteligencia emocional”, poca gente sabe de dónde procede tal término y qué es lo que realmente queremos decir cuando aplicamos esa etiqueta. En este breve artículo, inspirado en las investigaciones de Zaccagnini (2006) en tal sentido, intentaremos aclarar un poco el conocimiento de este constructo conceptual.

La historia
Como nos aclara Zaccagnini (2004), los investigadores P. Salovey y J. D. Mayer fueron los primeros en bautizar, en 1990, con el nombre de “inteligencia emocional” al constructo que luego analizaremos con más detalle. Estos autores trabajaban en el contexto de la Psicología Educativa y utilizaron el nombre de inteligencia emocional (IE a partir de ahora) para referirse a un tipo de habilidad de gestión de las emociones que distinguía (en dicha investigación) a niños que, pese a no tener un cociente intelectual (CI) muy elevado, alcanzaban, sin embargo, excelentes niveles de rendimiento académico y de relaciones sociales. Quienes poseían una alta IE, por tanto, tenían un éxito (académico y social) superior a los de otros compañeros de CI más elevado. Dejaba así de asociarse la capacidad intelectual con el éxito (al menos en lo académico y social).

Las investigaciones resolvieron que para tener éxito en el medio escolar, ya no bastaba con tener buenas habilidades cognitivas, como las que miden las clásicas pruebas de CI, sino que se necesitaban habilidades de “gestión emocional” orientadas tanto al manejo de las propias emociones como a las de los demás. De hecho, la importancia que estas habilidades emocionales tenían, finalmente, eran más importantes de cara al expediente que el propio nivel de conocimiento académico. Los mismos autores han seguido trabajando para mejorar esta teoría y el concepto de inteligencia emocional (Mayer y Salovey, en 1997), que se define como “una habilidad de gestión de los estados emocionales que incluye su percepción, comprensión, manejo y utilización constructiva”.

Ya en 1995, Daniel Goleman, un psicólogo y periodista, hace mundialmente famoso el concepto de IE. Publica en ese año un libro titulado, precisamente, Inteligencia emocional. En principio, se trataba de un libro de divulgación en el que el autor reunió datos de muy diversos campos, desde la Neuropsicología a la Psicología del Trabajo, pasando por la Psicología de la Personalidad, la Psicología Infantil y la Psicología Social, entre otras disciplinas, para hablarnos de la importancia del papel de la gestión de las emociones en la eficaz orientación del propio comportamiento en la vida cotidiana. Pero, en poco tiempo, este libro se convirtió en un best-seller de enorme éxito comercial, a pesar de la dificultad de comprensión que presenta la lectura de algunos de sus capítulos.
Lo que está de moda ahora no son las emociones, que siempre han existido, sino un cambio en la forma de interpretarlas

El abuso y aprovechamiento de la IE
Desde entonces, el uso y el abuso del concepto de inteligencia emocional se ha generalizado tanto en el ámbito académico como en los textos de divulgación psicológica y autoayuda. Sin embargo, en palabras del propio Zaccagnini, “si se analiza toda esa amplia cantidad de textos que utilizan la etiqueta IE en el título y/o en el desarrollo de sus contenidos, comprobaremos que lo único que tienen en común todos ellos es, precisamente, que dicen reivindicar las emociones como algo relevante”, es decir, la mayoría de esos textos se suman a la ‘moda’ de lo emocional, señalando que es importante tener en cuenta los estados emocionales, propios y ajenos, de cara al desarrollo de nuestro comportamiento cotidiano.

El problema se plantea cuando intentamos averiguar qué es exactamente lo que hay que hacer con las emociones para mejorar nuestra vida, porque entonces nos encontramos con que una gran mayoría de esas propuestas bien no terminan de clarificar qué o cómo se hace eso, o bien proponen ideas que no son nuevas en absoluto, ya que ofrecen modelos anteriores, basados en mecanismos psicológicos no emocionales en los que, eso sí, se ha introducido la etiqueta IE con el fin de actualizarlos.

Lo realmente importante de la IE es que nos explica cómo la gestión de las emociones está relacionada con la capacidad de orientar eficazmente nuestro comportamiento en la vida cotidiana


¿Cuál es entonces la teoría de la que fiarnos?
Sin duda, nos ofrecerán más garantías las propuestas teóricas que partan de las investigaciones que originalmente desarrollaron Salovey y Mayer y que, posteriormente, ha sufrido variaciones y ha recibido aportaciones de esos autores y de otros asociados a ellos. Referencias en la literatura española son autores como Fernández-Berrocal y Ramos-Díaz (2004) y Zaccagnini (2004). Ésa será, por tanto, la versión que habrá de considerarse más genuinamente como IE.

En su formulación actual, siguiendo la línea indicada, la IE se plantea como un conjunto de habilidades que nos permiten realizar eficientemente las siguientes tareas:

1. Percibir adecuadamente los estados emocionales, asumiéndolos como tales y expresándolos adecuadamente.
2. Comprender correctamente la naturaleza de esos estados emocionales.
3. Regular esos estados emocionales, impidiendo sus efectos negativos y aprovechando sus aspectos positivos.
4. Ser capaces de hacer lo mismo con los estados emocionales de los que nos rodean.

Una definición, por tanto, para la IE, propuesta por los propios autores originales, es la siguiente: “La IE es un conjunto de habilidades que explican las diferencias individuales en el modo de percibir y comprender nuestras emociones. Más formalmente, es la habilidad para percibir, valorar y expresar emociones con exactitud, la habilidad para acceder y/o generar sentimientos que faciliten el pensamiento, para comprender emociones y razonar emocionalmente, y, finalmente, la habilidad para regular emociones propias y ajenas” (Mayer y Salovey, 1997; p.10).

Actualidad y relevancia de la inteligencia emocional.
A pesar del riesgo que supone estar de moda para quedar desacreditado, el constructo IE es absolutamente innovador y sólido, quizás porque responde a demandas reales del contexto. Como ya se ha argumentado “lo que está de moda ahora no son las emociones, que siempre han existido, ni su importancia en la elaboración del comportamiento, que siempre ha sido reconocida, sino un cambio en la forma de interpretarlas” (Zaccagnini, 2004).

Prácticamente, desde siempre, las emociones han sido asociadas a estados psicológicos negativos que debían ser reprimidos, desfogados, controlados e incluso eliminados. Actualmente se propone dar una nueva perspectiva, un giro copernicano hacia su versión positiva y aprovechar la buena gestión emocional para orientar el comportamiento.

Esta es la razón por la que existe actualmente en Psicología la moda de utilizar las emociones en positivo. Pero tal moda responde a una urgente necesidad de aumentar las capacidades de autocontrol emocional de niños y jóvenes, profesores y padres, los conductores acelerados e impulsivos, dependientes emocionales y sus respectivos maltratadotes... De este modo ha devenido más una demanda social que un fruto del afán innovador academicista.

Por otra parte, cabe señalar que, recientemente, en el campo de la que se ha venido a llamar Psicología Positiva (Seligman, 2000, 2003), ha aparecido un interés orientado en la línea de trabajar la utilidad de las emociones positivas, donde, por fin, parece haber cabida para un estudio serio de la felicidad, en vez de estudiar la infelicidad (clásica investigación en Psiquiatría).

Para tener éxito en el medio escolar, ya no bastaba con tener buenas habilidades cognitivas, sino que se necesitaban habilidades de "gestión emocional" orientadas tanto al manejo de las propias emociones, como al manejo de las emociones de los demás


¿Qué importancia tiene la IE en el ámbito académico? ¿Y en nuestra vida en general?
Parece fundamental, y hoy más que nunca, el desarrollo de habilidades de la IE en nuestros alumnos para sobrellevar no sólo los contratiempos y la competitividad que desde la formación académica se les exige a nuestros estudiantes, sino también, y más importante si cabe, para tener una vida plena y feliz, a la vez que exitosa, en el ámbito laboral, personal y social.

La formación de estas capacidades emocionales debe estar adscrita al currículo integral del centro para su mejor implementación; ha de estar basada en un modelo de habilidades aprobado por la comunidad científica en el exclusivamente se fomenten estas competencias emocionales y dejen total libertad y creatividad a los alumnos para utilizarlas en el momento y modo adecuado. Desde los centros escolares se puede hacer uso de algunos de los programas comentados en el texto y, tras una adecuada formación previa sobre el tema en cuestión, implicar a todo el personal.

Y cómo no extrapolar esta necesaria formación en IE al ámbito de la docencia universitaria. En Magisterio, podemos formar ya a nuestros alumnos en este importante constructo, que ya ha dejado de ser mera charlatanería para convertirse en una teoría fundamentada, y tener siempre en cuenta que los beneficios de un buen desarrollo de la IE no dejan de ser inestimables para conseguir contrarrestar los efectos perjudiciales de una sociedad en la que se fomentan la inestabilidad, la competencia, y en la que cada día son más frecuentes los trastornos emocionales y las agresiones (físicas o verbales) en los centros educativos.

Recae, en fin, sobre nosotros la responsabilidad de poner empeño y dedicación en renovar y actualizar los programas y fomentar la educación emocional, que es lo que en el momento actual parecen necesitar más los alumnos, sin menospreciar, desde luego, por ello los contenidos fundamentales de su formación e información académicas.

VIDEO RELACIONADO


PARA SABER MÁS:
EXTREMERA, N. y FERNÁNDEZ-BERROCAL, P. (2002): Autocontrol emocional. Ed. Arguval, Málaga.
FERNÁNDEZ-BERROCAL, P y RAMOS-DÍAZ, N. S. (2004): Desarrolla tu inteligencia emocional. Ed. Kairós, Barcelona.
FERNÁNDEZ-BERROCAL, P. y RAMOS- DÍAZ, N. (2002): Corazones inteligentes. Ed. Kairós, Barcelona.
GOLEMAN, D. (1995): Inteligencia emocional. Ed. Kairós, Barcelona, 1996.
MARINA, J. A. (2004): La inteligencia fracasada: Teoría y práctica de la estupidez. 7.ª ed., Ed. Anagrama, Barcelona.
ZACCAGNINI J. L. (2004): Qué es inteligencia emocional. La relación entre pensamientos y sentimientos en la vida cotidiana. Ed. Biblioteca Nueva. Madrid.
ZACCAGNINI J. L. (2006): Usos y abusos de la inteligencia emocional, Infocop, 27.

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