Fernández Rosado, D. (2006): “En torno al concepto de Inteligencia
Emocional” En “Gibralfaro”
(UMA) Año V. nº 45 - p.10
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«No
somos responsables de las emociones, pero sí de lo que hacemos con ellas.»
JORGE BUCAY
pesar del continuo uso y abuso de
la etiqueta “inteligencia emocional”, poca gente sabe de dónde procede tal
término y qué es lo que realmente queremos decir cuando aplicamos esa etiqueta.
En este breve artículo, inspirado en las investigaciones de Zaccagnini (2006)
en tal sentido, intentaremos aclarar un poco el conocimiento de este constructo
conceptual.
La
historia
Como nos
aclara Zaccagnini (2004), los investigadores P. Salovey y J. D. Mayer fueron
los primeros en bautizar, en 1990, con el nombre de “inteligencia emocional” al
constructo que luego analizaremos con más detalle. Estos autores trabajaban en
el contexto de la Psicología Educativa y utilizaron el nombre de inteligencia
emocional (IE a partir de ahora) para referirse a un tipo de habilidad de
gestión de las emociones que distinguía (en dicha investigación) a niños que,
pese a no tener un cociente intelectual (CI) muy elevado, alcanzaban, sin
embargo, excelentes niveles de rendimiento académico y de relaciones sociales.
Quienes poseían una alta IE, por tanto, tenían un éxito (académico y social)
superior a los de otros compañeros de CI más elevado. Dejaba así de asociarse la
capacidad intelectual con el éxito (al menos en lo académico y social).
Las
investigaciones resolvieron que para tener éxito en el medio escolar, ya no
bastaba con tener buenas habilidades cognitivas, como las que miden las
clásicas pruebas de CI, sino que se necesitaban habilidades de “gestión
emocional” orientadas tanto al manejo de las propias emociones como a las de
los demás. De hecho, la importancia que estas habilidades emocionales tenían,
finalmente, eran más importantes de cara al expediente que el propio nivel de
conocimiento académico. Los mismos autores han seguido trabajando para mejorar
esta teoría y el concepto de inteligencia emocional (Mayer y Salovey, en 1997),
que se define como “una habilidad de gestión de los estados emocionales que
incluye su percepción, comprensión, manejo y utilización constructiva”.
Ya en 1995, Daniel Goleman,
un psicólogo y periodista, hace mundialmente famoso el concepto de IE. Publica
en ese año un libro titulado, precisamente, Inteligencia emocional. En
principio, se trataba de un libro de divulgación en el que el autor reunió
datos de muy diversos campos, desde la Neuropsicología a la Psicología del
Trabajo, pasando por la Psicología de la Personalidad, la Psicología Infantil y
la Psicología Social, entre otras disciplinas, para hablarnos de la importancia
del papel de la gestión de las emociones en la eficaz orientación del propio
comportamiento en la vida cotidiana. Pero, en poco tiempo, este libro se
convirtió en un best-seller de enorme éxito comercial, a pesar de la
dificultad de comprensión que presenta la lectura de algunos de sus capítulos.
Lo que está de moda ahora no son las
emociones, que siempre han existido, sino un cambio en la forma de
interpretarlas
El
abuso y aprovechamiento de la IE
Desde
entonces, el uso y el abuso del concepto de inteligencia emocional se ha generalizado tanto en el
ámbito académico como en los textos de divulgación psicológica y autoayuda. Sin
embargo, en palabras del propio Zaccagnini, “si se analiza toda esa amplia
cantidad de textos que utilizan la etiqueta IE en el título y/o en el
desarrollo de sus contenidos, comprobaremos que lo único que tienen en común
todos ellos es, precisamente, que dicen reivindicar las emociones como algo
relevante”, es decir, la mayoría de esos textos se suman a la ‘moda’ de lo
emocional, señalando que es importante tener en cuenta los estados emocionales,
propios y ajenos, de cara al desarrollo de nuestro comportamiento cotidiano.
El problema se plantea cuando
intentamos averiguar qué es exactamente lo que hay que hacer con las emociones
para mejorar nuestra vida, porque entonces nos encontramos con que una gran
mayoría de esas propuestas bien no terminan de clarificar qué o cómo se hace
eso, o bien proponen ideas que no son nuevas en absoluto, ya que ofrecen
modelos anteriores, basados en mecanismos psicológicos no emocionales en los
que, eso sí, se ha introducido la etiqueta IE con el fin de actualizarlos.
Lo realmente importante de la IE es que
nos explica cómo la gestión de las emociones está relacionada con la capacidad
de orientar eficazmente nuestro comportamiento en la vida cotidiana
¿Cuál
es entonces la teoría de la que fiarnos?
Sin
duda, nos ofrecerán más garantías las propuestas teóricas que partan de las
investigaciones que originalmente desarrollaron Salovey y Mayer y que,
posteriormente, ha sufrido variaciones y ha recibido aportaciones de esos
autores y de otros asociados a ellos. Referencias en la literatura española son
autores como Fernández-Berrocal y Ramos-Díaz (2004) y Zaccagnini (2004). Ésa
será, por tanto, la versión que habrá de considerarse más genuinamente como IE.
En su
formulación actual, siguiendo la línea indicada, la IE se plantea como un
conjunto de habilidades que nos permiten realizar eficientemente las siguientes
tareas:
1. Percibir adecuadamente los
estados emocionales, asumiéndolos como tales y expresándolos adecuadamente.
2. Comprender correctamente
la naturaleza de esos estados emocionales.
3. Regular esos estados
emocionales, impidiendo sus efectos negativos y aprovechando sus aspectos
positivos.
4. Ser
capaces de hacer lo mismo con los estados emocionales de los que nos rodean.
Una definición, por tanto,
para la IE, propuesta por los propios autores originales, es la siguiente: “La
IE es un conjunto de habilidades que explican las diferencias individuales en
el modo de percibir y comprender nuestras emociones. Más formalmente, es la
habilidad para percibir, valorar y expresar emociones con exactitud, la habilidad
para acceder y/o generar sentimientos que faciliten el pensamiento, para
comprender emociones y razonar emocionalmente, y, finalmente, la habilidad para
regular emociones propias y ajenas” (Mayer y Salovey, 1997; p.10).
Actualidad
y relevancia de la inteligencia emocional.
A pesar
del riesgo que supone estar de moda para quedar desacreditado, el
constructo IE es absolutamente innovador y sólido, quizás porque responde a
demandas reales del contexto. Como ya se ha argumentado “lo que está de moda
ahora no son las emociones, que siempre han existido, ni su importancia en la
elaboración del comportamiento, que siempre ha sido reconocida, sino un cambio
en la forma de interpretarlas” (Zaccagnini, 2004).
Prácticamente,
desde siempre, las emociones han sido asociadas a estados psicológicos
negativos que debían ser reprimidos, desfogados, controlados e incluso
eliminados. Actualmente se propone dar una nueva perspectiva, un giro
copernicano hacia su versión positiva y aprovechar la buena gestión emocional
para orientar el comportamiento.
Esta es
la razón por la que existe actualmente en Psicología la moda de utilizar
las emociones en positivo. Pero tal moda responde a una urgente necesidad de
aumentar las capacidades de autocontrol emocional de niños y jóvenes,
profesores y padres, los conductores acelerados e impulsivos, dependientes
emocionales y sus respectivos maltratadotes... De este modo ha devenido más una
demanda social que un fruto del afán innovador academicista.
Por otra parte, cabe señalar
que, recientemente, en el campo de la que se ha venido a llamar Psicología
Positiva (Seligman, 2000, 2003), ha aparecido un interés orientado en la línea
de trabajar la utilidad de las emociones positivas, donde, por fin, parece
haber cabida para un estudio serio de la felicidad, en vez de estudiar la
infelicidad (clásica investigación en Psiquiatría).
Para tener éxito en el medio escolar, ya
no bastaba con tener buenas habilidades cognitivas, sino que se necesitaban
habilidades de "gestión emocional" orientadas tanto al manejo de las propias
emociones, como al manejo de las emociones de los demás
¿Qué
importancia tiene la IE en el ámbito académico? ¿Y en nuestra vida en general?
Parece
fundamental, y hoy más que nunca, el desarrollo de habilidades de la IE en
nuestros alumnos para sobrellevar no sólo los contratiempos y la competitividad
que desde la formación académica se les exige a nuestros estudiantes, sino
también, y más importante si cabe, para tener una vida plena y feliz, a la vez
que exitosa, en el ámbito laboral, personal y social.
La
formación de estas capacidades emocionales debe estar adscrita al currículo
integral del centro para su mejor implementación; ha de estar basada en un
modelo de habilidades aprobado por la comunidad científica en el exclusivamente
se fomenten estas competencias emocionales y dejen total libertad y creatividad
a los alumnos para utilizarlas en el momento y modo adecuado. Desde los centros
escolares se puede hacer uso de algunos de los programas comentados en el texto
y, tras una adecuada formación previa sobre el tema en cuestión, implicar a
todo el personal.
Y cómo
no extrapolar esta necesaria formación en IE al ámbito de la docencia universitaria.
En Magisterio, podemos formar ya a nuestros alumnos en este importante
constructo, que ya ha dejado de ser mera charlatanería para convertirse en una
teoría fundamentada, y tener siempre en cuenta que los beneficios de un buen
desarrollo de la IE no dejan de ser inestimables para conseguir contrarrestar
los efectos perjudiciales de una sociedad en la que se fomentan la
inestabilidad, la competencia, y en la que cada día son más frecuentes los
trastornos emocionales y las agresiones (físicas o verbales) en los centros
educativos.
Recae,
en fin, sobre nosotros la responsabilidad de poner empeño y dedicación en
renovar y actualizar los programas y fomentar la educación emocional, que es lo
que en el momento actual parecen necesitar más los alumnos, sin menospreciar,
desde luego, por ello los contenidos fundamentales de su formación e
información académicas.
VIDEO RELACIONADO
PARA SABER MÁS:
EXTREMERA, N. y FERNÁNDEZ-BERROCAL, P. (2002): Autocontrol emocional.
Ed. Arguval, Málaga.
FERNÁNDEZ-BERROCAL, P y RAMOS-DÍAZ, N. S. (2004): Desarrolla tu
inteligencia emocional. Ed. Kairós, Barcelona.
FERNÁNDEZ-BERROCAL, P. y RAMOS- DÍAZ, N. (2002): Corazones
inteligentes. Ed. Kairós, Barcelona.
GOLEMAN, D. (1995): Inteligencia emocional. Ed. Kairós,
Barcelona, 1996.
MARINA, J. A. (2004): La inteligencia fracasada: Teoría y práctica
de la estupidez. 7.ª ed., Ed. Anagrama, Barcelona.
ZACCAGNINI J. L. (2004): Qué es inteligencia emocional. La relación
entre pensamientos y sentimientos en la vida cotidiana. Ed. Biblioteca
Nueva. Madrid.
ZACCAGNINI J. L. (2006): Usos y abusos de la
inteligencia emocional, Infocop, 27.